Por las prietas veredas del jardín, ahora reventado en mil colores por las distintas flores, se hace agradable el paseo al atardecer en este entretiempo que se va despidiendo con el anuncio de un próximo estío, seco y amarillento: se nota que el aire es ya más cálido y ello provoca que los primeros mosquitos aparezcan, llenando el cielo de aviones, golondrinas y algún que otro murciélago en un juego caótico de acrobacias aéreas, esquivando cornisas, espadañas y veletas. Como siempre que ocurren estas cosas, uno no sabe muy bien por qué ha tomado un rumbo y no otro cualquiera; quizás haya sido la curiosidad por conocer de cerca a esa lagartija cazadora de molestos insectos ( si es como la de arriba, salamanquesa) pero no he caído en la cuenta que a esta hora ya se habrá "recogido". O puede que buscase un encuentro casual aún sabiendo que no se produciría. De todas formas, he observado quedamente el corte de los setos, parejo y elegante; la progresiva desaparición de yerbas nocivas y en nada beneficiosas para el buen orden, claridad y vistosidad del jardín; la ingeniosa canalización del agua para que llegue a todos los rincones, procurando así un constante verdor y envidiable frondosidad; ví, en suma, que los denodados esfuerzos del jardinero no habían sido en vano.Y me senté en un banco esperando a que el horizonte terminara de tragarse al sol como todos los días...