lunes, 29 de diciembre de 2008

Animales y Piedras. (1ª parte)


Introducción

La humanidad, desarrollándose a tientas como especie (creo que ningún ser vivo de cualquier otra especie, se plantea más dudas en cuanto a su cometido durante su existencia y, si se las plantea, no arma tanto escándalo como nosotros), ha buscado -y busca contínuamente- descubrir los secretos que la Creación encierra. Debido a ese rasgo peculiarísimo y que la hace diferente de los demás seres vivos, al que llamamos
inteligencia, ha sido capaz de construir y, por tanto, de modificar, más o menos a su conveniencia, la Naturaleza; si no totalmente, al menos en muchos aspectos "paisajísticos" -por no dramatizar- es notabilísima su intervención. Pero ese mismo rasgo hace que el cerebro de los humanos se plantee preguntas de muy diversa índole, entre ellas muchas a las que no puede responder, al menos de una forma "demostrativa". A lo largo del tiempo hemos ido probando sistemas, haciendo intentonas para acercarnos a descubrir la verdad, a encontrar esas huidizas respuestas; paradójica y paralelamente, a medida que hemos ido abriendo el libro de los secretos del Universo, hemos ido adquiriendo cada vez más conciencia de nuestra gran ignorancia, de lo limitado y simplemente utilitario/rudimentario de nuestro conocimiento: tan sólo hemos deletreado las primeras sílabas del primer renglón de un tomo infinito. El Tomazo de los Tomazos por antonomasia, diría yo.
La humanidad ha buscado (y busca y buscará mientras exista) respuestas, sentido, medidas que le ayuden a comprender cómo funciona, qué es Todo Esto que Hay y de lo que Formamos Parte (o eso creeemos). Por ahora tan sólo ha conseguido establecer unos horarios dedicados a la producción (ya sea de materiales o de servicios) y unos parámetros convencionales, intentando ponerse de acuerdo como especie para no perecer en un planeta que le resulta absolutamente hostil. Para ello ha necesitado no sé cuántos siglos o milenios o lo que sea -y los que le quean, que diría mi compare- devanándose esos mismos sesos que la hacen diferente, inventando cacharros y escribiendo millones de libros, observando, midiendo, calculando y desarrollando sistemas matemáticos donde encasillar, donde clasificar para poder comprender...o, al menos, intentarlo.
El saber científico -siempre, insisto, actuando bajo unos parámetros absolutamente convencionales- ha conseguido, si no descifrar (con la ayuda de una tecnología basada en esos mismos parámetros convencionales, pero de una utilidad acorde a nuestras limitaciones, al fin y al cabo), al menos dar un explicación, ajustada a la capacidad de nuestra lógica, de muchos de los fenómenos naturales. Por ejemplo la creación y desarrollo de un método para comprender la composición de la materia, ha dado como resultado el descubrimiento -nunca mejor dicho- de la existencia de la energía atómica. Quiero decir con esto, que la energía atómica estaba ahí desde siempre.
El saber científico ha sido el sistema que hemos elegido (o que no hemos tenido más remedio u opción que utilizar) para sintetizar, para esquematizar de manera inteligible todo eso que no vemos y que está ocurriendo continuamente a nuestro alrededor.
Sin embargo hay muchas cosas que el saber científico no ha podido explicar o que ha explicado de forma poco concreta y, por tanto, no convincente para la generalidad. En estos casos de "misterios sin resolver", la humanidad ha recurrido a lo sobrenatural/inescrutable. Y en ello incluyo tanto a la religión como a la superstición, pues para mí la primera no es sino una forma más sofisticada y perfeccionada de la segunda; en ese sentido, la magia, entendida como instrumento de un cierto conocimiento del mundo, me resulta mucho más aceptable, ya que su metodología práctica no deja de ser una especie de ciencia utilitaria, dejando a un lado la fé, de la que las antes mencionadas religión y superstición (y, a veces, la ciencia también) echan mano cuando se llega a un "punto sin solución de continuidad".
El poseer "en exclusiva" un conocimiento ciéntífico/tecnológico en épocas pasadas (y ahora también) suponía, la mayoría de las veces, correr algún tipo de riesgo o peligro, por lo que guardar el secreto de este conocimiento era una forma de protegerse. Al mismo tiempo, la necesidad de trasmitirlo para que no acabase perdiéndose, hizo que se recurriera a todo un muestrario de simbolos, sólo descifrables en su significado íntimo y único por los "iniciados" en tal o cual materia determinada y abiertos a la interpretación de todo aquél que "vea" algo en ellos.Y quiero subrayar el significado que encierra la palabra "simbolo" que no es lo mismo que señal ni signo. El símbolo es una imagen que evoca una o más ideas por una asociación unida a una asimilación, así que puede evocar cuantas ideas surjan en las mentes de quienes lo observen, mientras que el signo o la señal sólo se prestan a ser interpretados bajo un sentido único, son una especie de compendio o síntesis de algo que sólo tiene un significado. Se deduce de esta explicación que el sentido único de los símbolos sólo es asequible a aquellos que comparten el mismo saber, siendo indescifrables -ya que todas las evocaciones particulares a las que se prestan pueden tener sentido- para los no iniciados. En contraposición, las señales y signos, al responder a una codificación organizada, pueden ser descifrados por quienes no participaron nunca del saber de sus creadores, quienes, por otra parte, los crearon para que fuesen comprendidos por la mayoría, representándolos de una forma ya lógica, ya alegórica fácilmente asimilable (por ejemplo las letras, las señales de tráfico, lenguaje de los sordomudos, signos del alfabeto morse...) También se deduce de ahí que un símbolo interpretado por alguien (hablo de no iniciados) "a su manera" no tiene por qué dar como resultado un mal entendimiento del mismo -precisamente para eso fueron creados, para que cada cual viese en ellos lo que quisiese- mientras que al interpretar señales o signos, todo lo que no sea darles el sentido que quiso imprimirle quien los creó, es caer irremisiblemente en el error.
La historia de la humanidad ha dejado innumerables símbolos de todo tipo, encontrando en la piedra el material menos perecedero con el que, si no ser fabricados en sí mismos, al menos constituir un soporte donde ser plasmados.
(continuará)