Alguien quiso invitarme a cantar una canción de Olvido-Alaska en un local de karaoke, pero yo le hice el coro del rey de los monos del Libro de la Selva (¡oh, oh, oh, shubidú! quiero ser como tú...) y me largué por la puerta principal diciendo "adiós" con la manita.
El fabricante de ocarinas pasa mucho frío cerca del San Lorenzo, por eso viene al sur a beberse un wisky y a fumarse un cigarro sin tantos impedimentos, tanto legales y económicos como metereológicos.
Los italianos también saben hacer helados, no sólo los alicantinos. O ¿debería decirlo al revés? : o sea, primero los alicantinos y después los italianos.¿Y los chinos?¿qué pasa con los chinos? ¡Qué montonazo hay!
Un zumo de mango o de papaya ¿qué más da? O de maracuyá... o maracudespués. Después es siempre tarde. Tarde para amar, para irse, para quedarse; para acariciar el pelo de la persona siempre deseada, siempre esperada, siempre ausente; para los besos y abrazos de despedida.
Tarde para las farolas amarillas y para el empedrado resonante de las calles vacías.
P.S.
A pesar de los estufos, la frialdad me invade al observar la partida de una parte de mi esencia.
EL TEDIO
Hace 6 años