Por mucho que el desmañado Mahandry le pelotee a su costilla, la Sra. de Sabanduky, llamándole "magnánimo jardinero", ninguno asomó sus bien perfilados pies por la calle Caballeros, como decía haber pensado en su fantasioso y estrafalario cuaderno (pone himnos del Manchester y escudos mondris del "Endut-triá" para dar por saco, pero sólo consigue frikear a destajo).
Para su consuelo, decirle que no se perdió gran cosa; bueno, podría haberse cachondeado perfectamente de muchos de los asistentes al acto, sobre todo de sus caras -yo le habría secundado en tal cachondeo- y también podría haberse ido al rato de empezar a recitar el jerezano/franco/cubano (pseudo zanlucúo de adopción, añado) varios poemas de su último libro -"La Noche no Tiene Paredes"- elegidos por él mismo y declamados con un seseo exagerado, zumbón, cargante, pringoso y molesto para el oyente; horrible.
No deseo entrar a hacer crítica alguna del contenido del libro, poemas libres más o menos acertados pero que leídos en boca de su autor terminan inevitablemente estropeados ante tan acusado vicio seseante porque, más que sonar, chirrían como la tiza que araña en la pizarra o como cuando se frotan entre sí dos trozos de poliestireno expandido: quizás por eso a alguno se le puso la carne de gallina.
Ni siquiera el fondo de guitarra flamenca de Paco Cepero (que tampoco entiendo qué porras tenía que ver, lo mismo podrían haberle acompañado un piano clásico, un acordeón o un redoble de tambor) logró amortiguar el silbante tormento para los oídos normales, llegando incluso a producir un lío auditivo que hizo trabucarse al propio vate en su enojoso declamar.
Se le debe y hay que exigir a alguien que utiliza el lenguaje como herramienta para desempeñar su oficio -es decir, ni más ni menos que para buscarse las habichuelas- y que gana premios literarios, da conferencias y escribe libros, que lea bien, JOÉ. Una cosa es el habla cotidiana y familiar (incluso si se tratase de este caso, tampoco soportaría la "cruss" de tener que oirle) y otra saber juntar bien las letras unas con otras en castellano, tal y como nos enseñaron en el colegio. Os lo aseguro, creo que alguien que después de pasarse casi una vida sumergido en la literatura y viviendo de ella, es incapaz de corregir esa mala costumbre y leyendo pronuncia "esperanssa", "passienssia", "utilissar", "ssenissas", "des-ssendenssia", "assúl", "ssossobrar" y muchas más por el estilo (en realidad, todas las que contuviesen "z" o "ce/ci") no sé qué clase de literato puede ser ni me fío mucho de cómo su cerebro hace las asociaciones de ideas (hasse asossiassiones, en su caso).
Zí zeñó, zí.
Para su consuelo, decirle que no se perdió gran cosa; bueno, podría haberse cachondeado perfectamente de muchos de los asistentes al acto, sobre todo de sus caras -yo le habría secundado en tal cachondeo- y también podría haberse ido al rato de empezar a recitar el jerezano/franco/cubano (pseudo zanlucúo de adopción, añado) varios poemas de su último libro -"La Noche no Tiene Paredes"- elegidos por él mismo y declamados con un seseo exagerado, zumbón, cargante, pringoso y molesto para el oyente; horrible.
No deseo entrar a hacer crítica alguna del contenido del libro, poemas libres más o menos acertados pero que leídos en boca de su autor terminan inevitablemente estropeados ante tan acusado vicio seseante porque, más que sonar, chirrían como la tiza que araña en la pizarra o como cuando se frotan entre sí dos trozos de poliestireno expandido: quizás por eso a alguno se le puso la carne de gallina.
Ni siquiera el fondo de guitarra flamenca de Paco Cepero (que tampoco entiendo qué porras tenía que ver, lo mismo podrían haberle acompañado un piano clásico, un acordeón o un redoble de tambor) logró amortiguar el silbante tormento para los oídos normales, llegando incluso a producir un lío auditivo que hizo trabucarse al propio vate en su enojoso declamar.
Se le debe y hay que exigir a alguien que utiliza el lenguaje como herramienta para desempeñar su oficio -es decir, ni más ni menos que para buscarse las habichuelas- y que gana premios literarios, da conferencias y escribe libros, que lea bien, JOÉ. Una cosa es el habla cotidiana y familiar (incluso si se tratase de este caso, tampoco soportaría la "cruss" de tener que oirle) y otra saber juntar bien las letras unas con otras en castellano, tal y como nos enseñaron en el colegio. Os lo aseguro, creo que alguien que después de pasarse casi una vida sumergido en la literatura y viviendo de ella, es incapaz de corregir esa mala costumbre y leyendo pronuncia "esperanssa", "passienssia", "utilissar", "ssenissas", "des-ssendenssia", "assúl", "ssossobrar" y muchas más por el estilo (en realidad, todas las que contuviesen "z" o "ce/ci") no sé qué clase de literato puede ser ni me fío mucho de cómo su cerebro hace las asociaciones de ideas (hasse asossiassiones, en su caso).
Zí zeñó, zí.