viernes, 2 de enero de 2009

Animales y Piedras (3ª parte)

Bestiario Medieval: el Arte Románico.


La tradición clásica grecolatina se vió notablemente influída por elementos de procedencia oriental y mezclada con ellos. Las conquistas de Alejandro Magno y el posterior establecimiento del Imperio Romano de Oriente (también llamado Imperio Bizantino) contribuyeron, sin duda, a este mestizaje cultural. En el caso de Bizancio no podemos olvidar que el Imperio perduró hasta el 1453, es decir, convivió con la Edad Media en Europa Occidental, e incluso se toma la fecha de su caída como punto de referencia del final de dicho período y del comienzo del Renacimiento.
Un hecho a tener en cuenta es la existencia del Physiologus libro de autor desconocido, posiblemente escrito en Alejandría alrededor del s.II d.C. y compilado en Grecia. Este libro constituye una especie de historia natural y describe animales y plantas pero también seres fantásticos. Se tradujo al latín alrededor del año 400 d.C. y de él se hicieron numerosas copias porteriores a medida que se iban conformando las distintas lenguas romances. Physiologus no es su verdadero título y se le conoce así porque el autor comienza las explicaciones con la frase "el fisiólogo dice..." Una de las copias mejor conservadas es el Fisiólogo de Berna (825-850).

Physiologus de Berna

Este libro influenció durante siglos el pensamiento europeo y sirvió como base a los numerosos bestiarios ilustrados que aparecieron en la Edad Media. A menudo, junto a la descripción del animal o bestia, aparecen moralejas. Estos bestiarios terminarían siendo trasladados -cómo no- a la solidez de la piedra, intentando que la advertencia moralizante del escrito quedase resumida y expresada en la actitud de los personajes esculpidos.
Es alrededor del año 1000, con la reforma monacal difundida desde Cluny (fundado en 930) cuando comienzan a construirse edificios religiosos (aunque también civiles y militares) en gran cantidad por toda Europa, encontrando -por fin- la Cristiandad un estilo común de expresión arquitectónica: el arte románico.
Existe controversia en cuanto a la aparición de esta corriente artística, pues si bien se considera el monasterio de Cluny como núcleo difusor, ya en Italia (región de Como) y en el norte de España (Cataluña y Aragón, en Huesca sobre todo) se habían construído iglesias en lo que se ha llegado a denominar
primer románico. A finales del s.XI y primera mitad del XII es cuando este estilo llegaría a su culmen (románico pleno), dejando paso al románico tardío -o tardorrománico- a finales del s.XII y principios del XIII, cuando queda desbancado definitivamente por el gótico.
Es la época de las cruzadas, donde los contactos con Oriente propician la asimilación de la estética pagana, y de la denominada Reconquista* española donde se crea un marco de intercambio a todos los niveles entre ambos mundos, occidental y oriental. El Temple o la alquimia son ejemplos evidentes de este mestizaje cultural. La simbología del paganismo se sacraliza, no sin encontrar resistencia y enfrentarse a detractores que critican su procedencia del profano mundo de los gentiles.

Ser fantástico en un capitel románico

Entre los estudiosos del románico se pueden distinguir dos tendencias, que si bien a primera vista pueden parecer antagónicas, no lo son tanto si se tiene en cuenta su conclusión final. Por una parte está el punto de vista que ve en el rómanico una expresión estética, una corriente artística de armoniosa arquitectura y de esculturas que reflejan una imaginación desbordante. Por otra parte, encontramos a muchos estudiosos que enfocan el románico (y el arte medieval en general) desde la óptica del simbolismo; se trataría de envolver al hombre en un espacio sagrado donde alcanzar la conexión con lo trascendental a través de los símbolos. Ambos puntos de vista concluyen, aunque por diferentes vías, en que la contemplación de estas obras provoca el "chispazo intelectual" en la mente humana**.
Numerosos han sido los trabajos dedicados a la simbología del arte románico por parte de no menos numerosos eruditos en la materia, algunos de los cuales constituyen verdaderos tratados. Quizás uno de los más significativos y con más influencia en posteriores investigaciones sea "Introduction au Monde des Symboles" de Gérard de Champeaux y Sébatien Sterckx: la edición en castellano contiene 600 páginas, siendo considerada por sus autores una "introducción". Quiero decir que el estudio del significado y sentido de los símbolos no es tarea fácil, no se puede establecer un listado de equivalencias precisas entre imágenes y significados, sobre todo si tenemos en cuenta lo que ya expliqué en el anterior capítulo: los símbolos no responden a un convenio estipulado de antemano como los signos, sino que cada persona descubrirá en ellos el mensaje que pueda "leer" según el alcance de su intelecto individual. El símbolo sugiere una realidad invisible, induce a comprenderla pero no la explica, no la codifica para ser descifrada en un sentido único.

Santa María de Sangüesa

El bestiario medieval constituye, de entre todas las muestras de esa sacralización de imágenes paganas, la parte más difícil de descifrar, a pesar de existir también símbolos pertenecientes al lenguaje de los gremios, de las órdenes o de los alquimistas. El significado de los tres últimos se acerca más bien al concepto de signo que hemos explicado anteriormente, puesto que se trata más de un lenguaje codificado que de imágenes evocadoras de ideas a nivel particular.
Encontramos estampas de animales e híbridos fantásticos, tanto solos como luchando entre ellos o atacando a hombres indefensos. Escenas que probablemente iban encaminadas a provocar en quien las viera una sensación de peligro horrible ante la tentación y el pecado. Se podría hacer una clasificación del bestiario atendiendo a su misma iconografía; es decir: animales reales -subdivididos en terrestres, marinos y aves- y animales fantásticos. Asimismo cabría distinguir las escenas en que esas mismas bestias aparecen en soledad o forman parte de un conjunto con más "personajes", aunque, por lo general, en estos casos el sentido del símbolo permanece inalterable y su papel en el conjunto sólo subraya o agudiza alguna de sus características básicas.



Capitel de la iglesia de San Esteban. Moradillo del Sedano-Burgos


(continuará)


* Digo "denominada" porque, aunque el término "Reconquista" es el aceptado, bajo mi punto de vista no deja de ser un eufemismo, ya que, si consideramos el año 711 como fecha correcta para la entrada de los árabes en España y la resistencia de Don Pelayo en Covadonga, y teniendo en cuenta que la Batalla de Poitiers fue en 732 (es decir, en unos 20 años los musulmanes no sólo habían ocupado la Península, sino que habían penetrado en Francia) llamarle "reconquista" a un proceso que duró hasta 1492 - o sea, 760 años haciendo una simple resta- no deja de tener su parte, por decirlo así, irónica.

** Por ejemplo, para el estudioso Jaime Cobreros:
"Las formas y figuraciones que muestra el románico ni son caprichosas ni gratuitas.... El arte sagrado no puede permitir a sus constructores frivolidades de tipo profano ya que desvirtuarían totalmente aquél. Todo lo que construye o talla la civilización románica tiene una función transcendentalizadora"
Y sin embargo para el catedrático Isidro Bango Torviso:
"Se insiste mucho por una parte de los especialistas en el mensaje puntual de todos estos temas secundarios (vegetales y animales)... Aunque en un momento determinado alguna mente culta de la época pudiera dar una interpretación puntual a estos temas, lo normal es que no haya en el deseo de los que han dispuesto su representación más que la simple intención de la decoración."
Se basa Bango Torviso en los escritos de San Bernardo de Claraval y de Picaud, reconocidos eruditos de la época, quienes omiten o desprecian el bestiario y la iconografía ajena o impropia a los textos sagrados. El primero de ellos propició que la orden del Císter se difundiera por Europa y alcanzase un puesto predominante; nótese que el románico perteneciente a esa época de influencia cisterciense es más sobrio y que carece de la ornamentación y decoración del pleno románico.