Un buen día, hace de esto más o menos un año, paseando por la inexistente -por mucho que la Tawn se empeñe en invertir en la instalación de espinosas alambradas- e imaginaria frontera entre el Jardín y Virginia Point, me crucé con el ya célebre jardinero. Fue él precisamente quien me dió noticia de la existencia de los blogs, dándome su "dirección" para que yo pudiese acceder a dicho, para mí desconocido hasta entonces, "artilugio". Al principio entraba en su página con gran mesura de intenciones, en parte curioseando y en parte satisfecho por poder acercarme a los íntimos estados de ánimo de tan apreciado ser. No negaré que me sentía como "el último que llega", algo así como un cateto de pueblo recién "soltado" en la urbe, sin mucha idea sobre el tema y, sinceramente, un poco/un mucho escéptico acerca del sentido último de todo esto. Intuyendo que, de alguna manera, el fin primigenio de dichas exposiciones era el sentirse oído, comencé a incluir comentarios en el blog de mi amigo, al principio para hacerle entender que sí, que yo le escuchaba e incluso le contestaba. Finalmente, y para no convertirme en un Sr. Martínez Hens de tres al cuarto, decidí abrir mi propio blog, picado por la necesidad de desarrollar mis comentarios sin tener que llenar de renglones las entradas ajenas. Desde entonces he pasado horas de todo tipo, desde las más amenas, distraídas y emocionantes que imaginarse puedan, hasta las más amargas, desoladoras y aburridas, pasando por las simplemente normales que existen todos los días y en todas las vidas.
Si esta entrada aparece publicada es porque la tenía programada hace días. Sinceramente, se me han quitado las ganas de seguir con el blog. En realidad se me han quitado las ganas de todo.
EL TEDIO
Hace 6 años