jueves, 29 de enero de 2009

Animales y Piedras (5ª parte)

Portada de la fachada oeste de la Cathédrale St. Trophime. S. XII
Arlés, Francia.



Animales de Existencia Real

Atendiendo a la concepción jerarquizada del mundo que se tenía en la Edad Media y teniendo en cuenta que la visión está tomada desde una posición antropocéntrica, describiremos en primer lugar a los animales domésticos y familliares, al ser los más cercanos al hombre.



El Buey/ El Toro.



Buey o toro en la iglesia de San Pedro de Porzomillos
(Oza dos Ríos,A Coruña. Galicia-España)
© Onnega


Aunque en esencia ambos se identifican con la idea de fuerza, el primero está ligado a la idea de trabajo (tiro, carga...) y, por tanto, de cierta docidilidad. El toro es más libre o quizás más agreste o salvaje y aunque puede ser domesticado para fines similares al buey, refleja una idea más cercana a la violencia e incluso al orgullo. De todas formas, los artistas medievales no hacen grandes distinciones entre bueyes y toros, a los que utilizan como modelos de conceptos bastante parecidos. Ambos bóvidos son también relacionados con trabajos rurales. Por ejemplo, el Bestiario de Ashmole incide en el papel que juegan en las tareas agrícolas y nos los muestra tirando de un carro, haciendo también notar la total solidaridad existente entre los compañeros de atalaje.

Manuscript: MS. Ashmole 1511. Fig. 31r . Principios del S. XIII
© Bodleian Library, University of Oxford. Oxford, Eng. (U.K.)

Ese mismo sentido parece que quisieron darle algunos escultores, quienes los representan también trabajando juntos bajo el yugo.
Por su participación activa en los trabajos de arrastre de material en las canteras, los escultores también rinden una especie de homenaje a este valioso e insustituíble colaborador.
En otras ocasiones, su representación es más simple o humilde, bien en soledad o sólo su cabeza.

Cabeza de buey, Eglise de Vichery dans les Vosgues (fin del S. XII)
© Jacques Hampé

Y no podemos dejar de mencionar el importante papel que desempeña al aparecer en los nacimientos, flanqueando al Redentor junto a la mula, otra bestia de carga y tiro que más tarde veremos.

No les gusta estar separados de los de su especie y cuando se acostumbran a trabajar uncidos con algún compañero, gruñen si se les separa. Por eso se identifica a veces con la búsqueda de la armonía necesaria para superar las adversidades. En estos casos simbolizan la paciencia y la dedicación ante las dificultades y, por contraposición al toro, la mansedumbre. También, en relación con las dos primeras, la prosperidad obtenida por el esfuerzo constante.
Los bueyes pueden predecir el tiempo, pues presienten la lluvia, negándose a abandonar sus establos cuando ésta se aproxima.
Según San Isidoro, el estiércol de buey cura la mordedura de la hydra.

El toro, como el buey, asociado a la fuerza, tiene sin embargo connotaciones zodiacales en algunas esculturas. Su relación con el elemento tierra, con la plenitud de la primavera y con la figura del evangelista Lucas, le hacen aparecer en ocasiones desligado de los trabajos estacionales.

Toro alado, símbolo de San Lucas. Principios del S. XII .
Probablemente de la Abadía de Pomposa, cerca de Ferrara, Italia.
Museo del Louvre (París)

Además de compartir con el buey las ideas de fuerza, tesón y constancia, por su bravura se le asocia a la virilidad en su sentido más puro, el de fuerza vital reproductora y por tanto, con la fertilidad. Al hacer referencia a la potencia viril, en ocasiones se le asocia a la idea de poder.


La Vaca

Si las interpretaciones para el buey y el toro están relativamente claras, la vaca constituye un animal que se presta a una óptica ambivalente. Por una parte, por su inocencia y mansedumbre al ser sacrificada, puede revestir idéntico simbolismo al del cordero, que representa a Cristo -como se verá más adelante- y por otra, puede hacer referencia al Antiguo Testamento (Éxodo 32, 4 y sig.), a la adoración del becerro de oro, símbolo de la idolatría y del apego a las riquezas materiales en oposición a la espiritualidad y la grandeza de Dios. En concreto, la escena descrita que se representa en un capitel de la Basílica de Vézelay es bastante elocuente: en ella están reunidos el episodio bíblico y su consiguiente comentario: de las entrañas de la vaca de oro parece emanar un diablo al que se enfrenta Moisés esgrimiendo las Tablas de la Ley en sus manos; la luz y las tinieblas en contínua lucha.


Capitel en la Basilique de Vézelay, alrededor de 1130 d.C.
© Christophe Jobard

En contraposición a la virilidad del toro, la vaca representa la fecundidad femenina de la naturaleza, su fertilidad. Recuérdese en este caso el sueño interpretado por José (Gén. 41, 1 y sig.) donde las vacas flacas o gordas señalaban años de malas o buenas cosechas respectivamente. Según las diferentes mitologías, podemos observar los nacimientos de algunas importantes civilizaciones asociados a una vaca -casos de Io y Europa-; como símbolo de madre universal -Isis y Hathor en Egipto-; o como el principio nutritivo de las sustancias de la Naturaleza -Kamaduh y Surabhi en la India.

(Continuará)


P.S.
Por razones que atienden a la seriedad y el rigor de este trabajo, he evitado verter mi propia opinión sobre los bóvidos vistos más arriba, así como alguna que otra imagen...