jueves, 4 de diciembre de 2008

Tarjetas de visita

La niebla es un cementerio de cristales de agua microscópicos.
El sol se ha acercado tanto al mar de sudor frío, que ha terminado ahogándose.
Abro una caja de zapatos y encuentro una calle llena de edificios altísimos.
Vuelvo la cara y observo a mis pisadas, que me siguen a todas partes y a ninguna.
Arriba o abajo; abajo o arriba ¿para dónde estamos mirando?.
Un reloj sin manecillas marca la hora de nuestro destino, que espera en la estación a un tren sin locomotora.
Un montón de ropa que ataca a una plancha de vapor gigantesca, se dehace y resulta ser un payaso disfrazado de hombre.
Puertas sin cerradura, sin bisagras, sin dintel y sin hueco ¿para qué sirven?
Paredes transparentes de sal verde que se derriten con el hielo seco caído de una estrella.
Las montañas se rien al verme tan pequeño y yo les hago cortes de manga.
Una cometa, vagabunda del viento, se ha enredado en la antena de una hormiga.
Una bandada de gorriones picotea migas de almas esparcidas en un suelo de páginas antiguas.
Las máquinas de coser, enfurecidas, piden menos horas de trabajo al mes, pero no se les hace caso y punto (de cruz y de cadeneta).
Me ha saludado alguien que decía llamarse como yo, vivir en mi casa, tener mi cara, hablar como yo, tener mis gustos, desear mis deseos, tener el mismo carné que yo. Le pregunté si era yo y me contestó que no, que era él.
La mesa le dijo a la silla: "siéntate lla que me tienes nerviosa perdida"; a lo que la silla contestó: " se dice ya y no lla, so pedazo de tabla con patas".
El amor ha invitado a almorzar a la intimidad, pero ella le ha mandado una tarjeta que pone : " estoy a dieta".
Un extintor se ha enchufado a la pared y está saliendo polvo blanco por las bombillas.
Me ha llamado Alicia desde Wonderland y dice que los hongos para cambiar de tamaño están por las nubes: le he dicho que suba en un aerostato y recolecte unos cuantos.
El libro se ha ido a comprar tabaco y, por el camino, ha parado en el kiosko a mirar las portadas de las revistas pornográficas.
El amor le devuelve una tarjeta a la intimidad que pone: " pero si estás delgadísima ya"
a lo que ella responde en otra tarjeta: " es que quiero ser transparente para que nadie me vea".
Antes de ahogarse definitivamente, el sol saca una mano en un último intento por agarrarse a un cielo que huye despavorido ante la escena y, ciego de miedo, tropieza con un pájaro y cae por un precipicio marrón oscuro.
El portador de las tarjetas que se intercambian el amor y la intimidad ha aparecido sin vida en un páramo yermo.

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