lunes, 5 de octubre de 2009

El Mono, el Bizco y el Melón de Oro.

Tras leer y recapacitar sobre el comentario que insertó J.L. Martínez Hens en mi entrada "dedicada" a Juan de la Plata (Cuento y Peloteo, 1/10/2009) me entró la picá y me dispuse a escribir sobre mis propias anécdotas vividas en horas de reuniones flamencas (por llamarlas así), aunque al final opté por hablar del atún...
Pero al final he empezado a escribir esto y ya lo publicaré otro día, que para eso hay borrador para guardarlo.
Aunque el título de la entrada parezca otra cosa -no es una fábula ni un cuento infantil- me ha parecido apropiado para encabezar la anécdota que narraré a continuación, ocurrida en 2004.

En la calle Nueva, esquina con Sta. Mª de la Merced, se encontraba hasta no hace mucho -han caído la casa hace unos meses- la peña Los Juncales, en pleno corazón del barrio de Santiago. Una noche en la que, como en otras muchas, Enrique el Zambo se encontraba espléndido y con ganas de juerga, terminó formándose un corro alrededor de una cubitera llena de hielo donde entraban y salían botellas de güiski para el Mijita, José de la Monge, Tío Coco, el Bo, el Parra, el Junquera, el Nahugo, José de la Chicharrona y algún otro, amén del mencionado Enrique y yo mismo. No era muy tarde y la puerta estaba abierta, así que seguían entrando y saliendo algunos ocasionales clientes que se tomaban algo en la barra, lejos de la reunión.
Hasta que entró José Vargas el Mono y se le invitó a sentarse con nosotros. Aceptó de buen grado y venía con ganas de cante porque, no siendo hombre de trasnochar y callejear excesivamente, aquél día tenía la garganta hecha, ya que volvía del estudio donde había estado ensayando y grabando para la maqueta de un disco que se lanzaría meses después, por lo que aprovechó la ocasión para adelantarles a sus primos una muestra del futuro trabajo -con idea de recopilar opiniones- y compartir con ellos unas copitas y unos cantes. La puerta se cerró y una niebla densa empezó a caer sobre la ciudad ya adormilada.
Cuando la cosa estaba calentita y se habían oído algunos cantes de calidad notoria, llamaron a la puerta; hacía ya un buen rato que había entrado la madrugada y alguien fue a mirar quién era. Se le abrió la puerta y era el Bizco de los Camarones, con su canasto lleno de estos crustáceos, la chaquetilla blanca propia de su oficio llena de lamparones y una medio tajá encima que no se la saltaba un kenyata perseguido por una banda de leones. Mostrando gran recato se acercó hasta nosotros y dió las buenas noches y las gracias por haberle dejado entrar y participar del momento. Se sentó y ofreció sus camarones, a lo que todo el mundo contestó "no gracias José, ahora no".



José Galán Bizco de los Camarones


Estaba cantando a gusto y bien y bailando mejor José Vargas El Mono, por derecho y de verdad. Entre cante y cante, una paraíta para encender un cigarro, echarse un chorrito y charlar un poco, porque mientras hay cante no se habla. Entonces se oyó al Bizco:
-señores, si me lo permitís, yo quiero agradecer otra vez la amabilidad que habéis tenido al dejarme entrar y estar aquí con ustedes. Vengo de ganá el Concurso de Cante de Levante en Torre Pacheco (Murcia) y me he llevado el dinero del premio y me han dado el trofeo del Melón de Oro. Yo quiero dar las gracias a esta peña por haber tenido la amabilidad de...
-Yastá, hombre, relájate, no nos tienes que dar las gracias, tu estás aquí echando este rato con nosotros como uno más y punto, no le des tanta importancia.
-pues para mí sí la tiene porque es un honor para mí estar sentao aquí al lao de este gran artista que es José, tocayos somos, y con toda la güena gente que son ustedes. ¡Coged camarones, señores por favor, hacér favó!
Por no hacerle el feo y porque llevábamos un buen rato sin meternos algo sólido, picamos algunos bichillos de esos... mira, salados es una cosa y un ripio eran aquellos parientes enanos de la gamba. La gente nos mirábamos muertos de risa y con la lengua como un estero de La Isla, sin querer decirle al Bizco que aquello era incomible. Entonces volvió a hablar, mareado y un tanto trabada la lengua (ya de por sí habla un poco estropajoso):
-señores, con el máximo respeto a ustedes, yo quisiera donar algo a esta peña en recuerdo de mi visita, pero no traigo ná má que los camarones y la ropa; los camarones ya los he regalado para que ustedes coman, así que voy a donar mi chaquetilla... a ver, dadme algo para corgarla y un boli, que se la voy a dedicar con todo el cariño...(y se despojó de la dichosa chaquetilla, quedando con medio cuerpo al aire).
Fue cuando el Bo del Sordera, le dijo:
-quiyo, ¿ya te has gastado todo el dinero del premio?
-hombre, todo no; me he dado algún combatillo pa celebrarlo pero a mi mujer ya lendiñao. Pero yo, de verdad señores, quiero dedicar mi chaquetilla a esta peña, porque para mí es un honor...
-la que te va a endiñá va a ser ella a tí; mira, pisha, está cayendo una niebla de coco y huevo; vas a llegar a tu casa sin haber vendido un camarón, sin un duro y borracho a las tantas de la noche: ¡ponte la chaquetilla que tu mujer te va a echar a la calle y encima te vas a resfriar, cojones!...
¡La chaquetilla echaba un pestazo a sudor mezclado con pescado podrido que no veas, como para dejarla colgada y cerrar la peña, a ver quién era el guapo que entraba al día siguiente!
Aclarar, por otra parte, que en realidad el Melón de Oro lo había ganado en 1998 y seis años después, en 2004, los organizadores llamaron al Bizco como invitado de honor en la gala de entrega de premios de dicho año. Además, el acto había tenido lugar en agosto y estábamos en octubre.
Entre risa y cante y copa y charla, nos fuimos preparando para volver cada mochuelo a su olivo, cuando faltaba poco para que las claras del día nos recordaran que el resto del mundo se estaba desperezando. Fue la última vez que tuve la oportunidad de sentarme junto a José Vargas El Mono, que moriría un par de años después (13/10/2006)




(Resultaba, cuando estaba vivo, que para muchos era "mu gracioso" y, una vez muerto, es un fenómeno y un maestro... ¡me cago en los muertos de los enteraos!)

16 comentarios:

  1. Por supuesto El Bizco se puso la chaquetilla y se llevó el canasto de los camarones, aunque seguía diciendo "pero zeñore, yo quería donarla de corazón..."

    ResponderEliminar
  2. A mi esta historia me da penilla...

    Pero ¡¡cómo bailaba José Vargas!!
    Cuantas tardes me he pasado desesperada ante el youtube esperando ver sus vídeos sin trompicones.

    Junto con Charlton Heston en "WarLord" y Simon Keenlyside cantando el "Don Giovanni", es mi (tercer) icono del "Eterno Masculino".

    Y eso no es fácil, si no se cuenta precisamente con el físico de Roberto Bolle...pero es que nada como el buen arte sabe excitar la fantasía.

    ResponderEliminar
  3. Te he dejado una entrada con flamenquito de ese del que a ti te gusta. Y cuidado con criticarlos que son de la caba.

    ResponderEliminar
  4. Por cierto dos palabras para el video del Sr Vargas....Impre-sionante. ¿Estaría ensayado? ¿Seguro que no hay cortes, o salió del tirón? Esto no es carnaval.

    ResponderEliminar
  5. Sr.Hens, comprendo su escepticismo ante las verdades evidentísimas -¿cuánto tardó la humanidad en aceptar que, p.ej. la tierra es redonda?-pero en este pueblo se ha cometido injusticia tras injusticia...y no sólo con el arte, que es lo que derrochaba José a raudales e inopinadamente, valga el adverbio.

    ResponderEliminar
  6. Srta. Marley: una de las cualidades de los sensibles es convertir con gran facilidad la alegría en tristeza y viceversa, algo muy peligroso en manos de un sicólogo, quien no dudaría en afirmar que dichas personas padecen bipolaridad...¡bipolarip--as! y perdone,pero es que yo soy uno de esos "pacientes".

    ResponderEliminar
  7. Y no sési ha caído ud.en la cuentaque, aunque lospresentes nos reíamos y poníamos morisquetas ante lo saladísimo e incomestible de los camarones que ofreció el Bizco, nadie tuvo una mala palabra para él y sí una gran ternura (no exenta de algo de cachondeito, que para eso estábamos donde estábamos y era la hora que era...)

    ResponderEliminar
  8. Pobre Bizco... Uno se identifica más cuando su bilis flamenca apunta a los pitingo de turno

    ResponderEliminar
  9. La bilis flamenca debe ser algo así como un asquillo que entra al escuchar a Estrella Morente (sin llegar a Pitingo)

    ResponderEliminar
  10. Te dejé ayer un comentario que tendría que aparecer entre los primeros pero veo que no está ahí, bueno venía a decir que es muy cierto que a José no se le calibró con justicia, como a algunos otros, y que los que se regodean en las loas panegÍricas lo hacen las más de las veces para darse autobombo y satisfacer su ego que por rememorar la figura del que se va, C´est la vie. Recuerdo que la última vez que lo escuche cantar fue, una mañana de viernes santo, en la calle Ancha a las puertas de lo del Zambo, y que al que le cantaba era al de la Buena Muerte.

    ResponderEliminar
  11. Veo que los comentaristas están alcanzando altísimas cotas, tanto en el nivel de sus criterios como en expresión literario/lingüística. Lo de la "bilis flamenca" y "las loas panegíricas" magustao a mí, oye...
    No, si al final esto va a terminar siendo un blog serio ¡¡waaaahaaaaahahahaaaaaa!!

    ResponderEliminar
  12. No entendí lo del Bo yerno del Sordera. Un abrazo

    ResponderEliminar
  13. primero ,el bizco es un esperto cociendo marisco lleva mas tiempo cociendo marisco que tu escuchando flamenco chaval .Segundo el bo es hijo del Sordera .TERCERO has exajerado una barbaridad en la manera de hablar de el bizco esl bisco tiene un bocavuario muy rico y extenso .Y si eran a altas horas en los juncales ya sabes algo no faltaba ni buen cante ,alcohol por un tubo y una pincelada de milagrito

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. nadie pone en duda la habilidad de José cociendo marisco lo que ocurrió es que los camarones que llevaba se le estaban empezando a pasar.
      Lo del Bo ha sido un lapsus a la hora de escribir.
      En cuanto a la forma de hablar sólo se pretendía una transcripción cercana a la fonética pero si esto sirve para que alguien se moleste, pues nada, se corrige y punto.Nunca se ha pretendido aquí una burla hacia José.
      Y me parece que teniendo 52 años ya dejé de ser un chaval hace tiempo.

      Eliminar