Todos los días empiezan y terminan igual: me refiero al ineludible ciclo de mañana, tarde, noche y madrugada (con su mediodía, además de las correspondientes "a media" y "bien entrada"). Pero es especialmente en Domingo cuando esas rutinarias -e inalterables en su orden- partes del día toman cada una clara demarcación y los límites entre ellas se hacen como más nítidos y señalados.
Es la mañana del Domingo un período afable, propicio para remolonear en calmada jornada casera o, todo lo contrario, aprovechar la tardanza de los demás en aparecer para disfrutar de calles, parques o carreteras tranquilos a horas tempranas; o buscar actividad y arreglar esa gotera que no nos dejaba dormir, por ejemplo. Se podría decir que, hasta la hora del aperitivo más o menos, es una mañana incluso bonita, independientemente del clima que pudiese hacer.
La hora del almuerzo es tan elástica en Domingo que puede empezar con la preparación de las viandas al mediodía (y entre pincho y pizquito un buchito) y terminar en larga sobremesa con un café o una copa ya a eso de las 5 (e incluso algo más)...
...Y a partir de ahí el Domingo se emponzoña, la tarde languidece y agoniza; el anochecer aplasta. Volvemos, retornamos, permanecemos, marchitamos, sucumbimos con la pócima tóxica del Domingo, con su decadencia, su soledad, su abandono. Con la plenitud melancólica de su secular recogimiento. Con la caída irremisible de todos los estandartes, su quema y conversión en cenizas, primero pisadas por la monotonía, luego dispersas por vientos sin escrúpulos.
Y si encima vienes de un congreso político y te pones a ver el Betis para relajarte ya me dirás.
ResponderEliminarPero hombre José luis!¿a quién se le ocurre ponerse a ver el Betis "para relajarse"? Sólo con recordar a su presidente se te caen los palos del sombrajo.
ResponderEliminarEso no es veneno, es trilita en las venas.
Domingos ponzoñosos, sí...
ResponderEliminarPos anda que los lunes...
Morenita der mardeCai
¿Alguna zamboba jerezana?.
ResponderEliminarzambomba cojones.
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